Anne Tronche 1979 [ extracto ]
Nos pide, Cristina Martínez, que creamos en la veracidad de sus imágenes ? Probablemente, no. Porque su trabajo se sitúa sobre esa vertiente de la actitud artîstica que utiliza todos los artificios para repensar lo visible a fin de conferirle el poder de inquietar la mirada dando figura a lo que se oculta habitualmente a nuestro campo perceptivo. Luces tremoladas, sobre impresiones de formas producidas por connivencias de sombras, contornos indecisos captados en puntos de equilibrio minados por la fragilidad, masas sometidas a leyes de una construcción rigurosa tanto como a los avatares de una sorda descomposición, fragmentos de paisajes captados entre lo que los sostiene y lo que los fija : el enigma de la realidad está en el centro de este trabajo.
Todo sucede como si la mirada debiera pasar continuamente por el origen y el fin de las apariencias para dar substancia a su visión. De manera que los lugares donde surgen ventanas, cortes topológicos que evocan tanto piscinas como basamentos de arquitecturas, no permiten en ningún momento la ilusión realista.
Se podría responder a esta constatación que la utilización del lápiz de color en trazos repetidos contribuye a menudo a una especie de desaparición de la imagen como una lenta y progresiva erosión ; o bien que las playas de blanco que rodean de manera arbitraria las zonas donde el trabajo representativo se efectúa dan forma a un distanciamiento, a un sentimiento de desposeimiento de las superficies.
Observando bien los temas que vuelven de manera regular y su enracinamiento en la escritura gráfica, se constata que se trata menos para Cristina Martínez de hacer hablar las cosas que observa que de encontrar el lenguaje de sus fronteras y a partir de ellas organizar construcciones donde formas y luces, masas y fondos, sombras y cuerpos sólidos intercambian sus propiedades y no encuentran su razón que en el desgarramiento parcial, escapando a la exclusión mutua. La turbación es la frontera del orden clasificador. Basta con desplazar ligeramente las delimitaciones rigurosas para proyectar los signos con los que reflexionamos el mundo en una dirección donde la luz de la razón y la duda vienen jugando. Una deformación del encuadre, una línea interrumpida antes de tiempo, un giro oblicuo de los planos,una forma suspendida entre su proyecto y su conclusión, produciendo un desequilibrio sobre la mirada, conducen con firmeza a esa actividad del imaginario por la cual damos cuerpo a una inquietud indefinible.
No hay en estos dibujos ni sofisticación astuta ni manierismo intelectual, hay una tensión emocional muy viva a querer reanimar lo sensible por medio de una mirada reflexiva.